lunes, 16 de marzo de 2009

21 de Marzo

Querida Celia:

Ayer diego me invito a comer tras la jornadade trabajo, y acepté. Despues de un rato de caminar, llegamos a una pequeña choza, de donde el olor de un rico guisado nos invitaba a pasar. Es increíble pensar que Diego, siendo el capataz, viva en un lugar tan humilde, no quiero pensar en donde dormiran los campesinos, pero bueno, me desvío del tema. entramos a su casa, y por primera vez desde que llegue a la finca, puedo decir que estuve en un verdadero hogar. veras, Diego tiene una esposa, Esperanza, y dos pequeñas criaturas tan lindas como el mas bello amanecer (espero algún día, hermana querida, poder gozar de la felicidad de una familia tan hermosa como esta). Mientras comíamos, Diego me habló de las injusticias que existen aquí, me dijo como (para mi gran sorpresa), mi padre fue el único que mantuvo siempre una buena actitud hacia sus obreros, el único que no exigiá imposibles. Me contó de los hijos, forzados a tomar el lugar de los padres en las fincas vecinas, sin oportunidad de atender a la escuela, sin medios para mejorar la situación. No pude dejar de notar el rostro de Esperanza, en cuyos ojos podía distinguir lágrimas, de alivio? por no estar sujetos a aquel destino cruel?, o tal vez de enojo, por conocer el futuro de sus amigos, esos desdichados que tuvieron el infortunio de trabajar en otra finca. Porque, hermana mía, tendran que sufrir muchos por la riqueza de pocos? Acaso tu dios es ciego, querida Celia, que no logra ver la tristeza y miseria que invade a nuestro pueblo, un pueblo que no ha hecho mas que adorarlo? Diego es cristiano, hermana mía, y carga, como Cristo, una cruz en su espalda, la cruz de la pobreza, y no es el único, ni el que tiene el mayor peso, mientras yo, el mas grande ateo autoproclamado, vivo en el comfort de nuestra finca, ajeno a toda necesidad. Acaso así lo quiere tu dios? o sera que, el hombre, en su incontable avaricia, ha logrado superar con deseos egoístas el amor que el gran espíritu nos tiene?

Que cruento es el mundo, hermana mía, en el que el día en que nació el gran benemérito sea el mismo en el que yo escriba estas tristes reflexiones.



Besos


Santiago

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