sábado, 20 de noviembre de 2010

porque podría escribirte mil sonetos, amada mía, pero tu eres ya de otra persona
o será porque ya eres tú de otra persona amada mía, que podría escribirte mil sonetos?

sábado, 6 de noviembre de 2010

Parábola de Tlaloc: Ideal de la belleza

Cierta tarde, se encontraba el maestro admirando una renombrada pintura cuyo artista nunca fue conocido. Bajo el marco podía leerse el título de la obra, “Ideal, por anónimo”. Absorto en su admiración, el maestro no notó la llegada de su alumno, con quien había quedado verse en la tarde. Al llegar este, por respeto a su maestro, no interrumpió su paz, y sentóse junto a el, meditando a su vez las cosas que turbaban su alma mientras esperaba captar la atención de su mentor. Después de un tiempo, por fin cesó el viejo de admirar la obra, y volteó a ver a su discípulo, quien ya para aquel momento mostraba en el rostro la agitación de su alma. “que pasa, mi querido amigo?” preguntó el maestro, regresando la mirada a la obra, mostrando la paz que al otro faltaba. ““Maestro”” respondióle,““no encuentro paz en mi interior, me azota una sed que no puedo saciar. Por días ya que he procurado encontrar la belleza, y no puedo evitar sentir que siempre se me escapa de las manos: a veces creo encontrarla, la observo en aquella linda pelirroja, pero se va tan pronto me doy cuenta de ello. Otras veces la encuentro en las tiernas gemelas que juegan bajos los rayos dorados de Apolo, pero después me parece verlas palidecer con el ocaso del dios. ¿Por qué, maestro? ¿Por que no puedo encontrar aquello que con tanto afán desea mi alma? ¿ será acaso que no soy digno de encontrarlo?””

Después de un momento de reflexión, el maestro señaló la pintura, tras lo cual el alumno volteó a verla, a admirarla por primera vez. En ella se encontraba retratada una figura femenina, en tonos de blanco y crema, tan finos, tan sutiles que podría decirse el cielo mismo prestó su color al pincel del artista. De fondo, el cuadro estaba pintado con todos los colores conocidos por el hombre: un poco de azul en el cielo, combinado con rojo y dorado del sol poniente, verdes hojas bañadas en cristalino rocío, negras sombras bailando al compás de la luz. La mujer, desnuda y de pie en el centro de retrato, parecía fundirse en los demás colores, a veces parecía que el negro cabello era solo una sombra, que la piel se hacía roja con la sangre transcurriendo las venas, marca de vida y sensualidad. Pero otras veces contrastaba, se alzaba imponente ante los burdos y fríos colores de la pintura: era una diosa poseedora de una humana mortalidad.

“Yo conocí al pintor” fueron las primeras palabras del maestro. “hace tiempo, yo lo conocí, a el y a su aflicción” El alumno, sorprendido en igual mesura por la pintura como por la afirmación del maestro, preguntó respetuosamente la causa de la aflicción y el por qué tan grande artista no añadió en la obra su nombre.
“¿Que ves en esta obra? puedes describirme a la mujer que se encuentra en ella?” el alumno respondióle que no. “La razón, querido amigo, es que no hay palabras que alcancen a hacerlo, así como no hay mujer que alcance a representarla en vida. La aflicción de este hombre fue también causa de su mas grande placer, y es la misma que encuentro en ti. Verás, mi joven aprendiz, este hombre, como tú, deseaba conocer la belleza, deseaba estrecharla en sus brazos y hacerla suya. Pero encontró tan solo reflejos de ella, burdas comedias que mostraban en la realidad lo que solo existe en el mundo del alma y de los sueños, aquel ideal inmortal que es llamado belleza. Al final, muerto ya por dentro, dedicó sus últimas horas a esta pintura, en donde plasmó el alma misma en la figura de lo bello, de lo imposible, de lo efímeramente eterno. Preguntas que porqué no dejó su nombre, pero, ¿como podría? si al buscar algo tan alto se perdió a si mismo, voló como Icaro y el mismo destino encontró. Tu mismo lo has visto, como la joven del cuadro parece ser todo y nada con lo que le rodea, a veces es sombra, otras veces luz, pero siempre, siempre es algo mayor que lo que aparenta ser.  Buscar tal cosa, como tu lo deseas, es tarea tan imposible como cavar en la arena un hoyo, esperando mantenerlo siempre sin agua de mar, mas, sin importar lo inalcanzable que es la meta, nunca dejará de ser útil el buscarla.”

Dicho esto, maestro y alumno continuaron admirando la obra de aquel desdichado artista, mártir desconocido de la eterna belleza.