martes, 19 de agosto de 2014

Carta

Querida amiga,

Hoy no podré continuar la historia a la que está acostumbrada. Lo lamento, sabe usted que no soy de aquellos que salen de su rutina. Sin embargo, hoy llegó a mi - gracias a un anónimo benefactor- una botella de ron que llama por mi nombre. Como usted sabe, siempre he tenido un gusto por los vicios, así que una oportunidad así no puede ser desperdiciada. Por lo tanto, espero disculpe esta carta que viene más de un borracho melancólico que de aquel a quien está acostumbrada.

¿Le he contado de mi esposa, querida amiga? Supongo que no. Nos casamos siendo jóvenes, y nos divorciamos siendo idiotas. Claro, era una promesa más de niños que un sacramento divino. Pero aún así, es una promesa que se ha mantenido a través de los años. Por supuesto que hemos tenido parejas, nos hemos peleado e ignorado e incluso odiado tal vez, pero aquí seguimos.

Yo la conocí como un tercero. Una amiga de la amiga del amigo y demás. La conocí como se conoce a cualquier conocido. Como se vive una casualidad.
Oh, pero qué casualidad ¡amiga mía! ¡Que casualidad! Porque después de meses, después de días después de segundos llegué a conocerla y dios mía, Dios mío que belleza de mujer. Llegué a amarla, amiga mía, llegué a besarla como -tal vez- besan todos los enamorados.

Como puede suponer, fue culpa mía el alejarme, fue mi culpa el dejar de tenerla para mi. Pero aún así, amiga mía, la seguí queriendo.

Después de algunos años, nos encontramos de nuevo: Yo, el romántico con el corazón roto; ella, la mujer con una meta y la pasión para cumplirla. Aún de todo la seguía queriendo. I still do.

Seré un borracho, un azarista de lo peor amiga mía, pero algo he aprendido en este camino. Ella y yo, como piezas de un rompecabezas, tal vez no encajemos. Pero en la imagen total, no podríamos encajar más.

A veces me pregunto -el ron me está llegando-, ¿y qué tal si? que tal si hubiera sido un mejor hombre, un hombre que la mereciera, que la quisiera, la besara la amara estuviera ahí para ella siempre. A veces me pregunto, amiga mía...

El tiempo ha pasado, ya estoy viejo y lo siento en mis huesos, amiga mía. Estoy viejo en mi juventud y aún así lo siento. Me estoy muriendo amiga mía. Me estoy muriendo y la recuerdo y la extraño y la beso en mis sueños.

Porque la quiero.

Por hoy es todo, amiga mía. No puedo más. Dejemos que el ron me lleve a mejores lugares. Le mando un abrazo y mi cariño.

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